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Todo fue un lapsus



Yo antes tenía una mente que no era prodigiosa pero era bastante lúcida. Rápida de reflejos y con una capacidad asombrosa para procesar datos, pero sobre todo para registrar información con un detalle que yo mismo me asombraba. Todo se debía a un orden, todo tenía un criterio, y nada se me pasaba por alto. Ahora veo una mosca y me quedo alelado, con la mirada perdida, divagando en la nada o en el todo. Creo que antes era un tío rígido, pegado a una agenda. Y no sé en que momento empecé a quitarme capas, a perder nociones mentales y a cambiarlas por impulsos emocionales. Siempre he sido un manojo de nervios, acelerado, en plena ebullición, con un tic bailongo en la pierna y el pie, pero de ahí a ser un kamikaze creía que había un largo trecho. Antes no se me olvidaba una fecha, una cita por mucho que temblara el suelo o se abriera el cielo... Ahora cualquier cosa es posible. Puedo llevar toda la mañana con la nota a cuesta, como si llevara una losa atada al pie, o un papelito pegado en la frente. Y de repente: "magia". Hay un momento en el que empiezo a no darme cuenta de que está, justo en el preciso instante en el que era más necesario. El instante justo para no llegar a la cita, y olvidar la fecha, y seguir con el papel en la frente como un tonto. Es como cuando llevas tanto tiempo con las gafas y son tan parte de ti que te pones bajo la ducha, sin darte cuenta de que aún está ahí. Ya se encarga el agua de mojarlas y hacértelo saber. Hace tiempo tenía respuesta para todo, aunque fuera una divagación, una duda o una excusa. A día de hoy me quedo callado, absorto ante la más nimia de las cuestiones que alguien o algo me planteé. Y es más probable que la respuesta sea un impulso de mi cuerpo y de mi interior que algo que haya procesado mi cabeza. Puede que tartamudeé, que haga un gesto absurdo, o que me marque una de mis dislexias verbales que últimamente me brotan borbotones. Quiero pensar que está colección de defectos no son producto de la edad, o un síntoma de que se me empieza a ir la cordura. Quizás solo sea que con el tiempo soy solo un poquito más humano, un poco más imperfecto. Tal vez el secreto esté en que no todo tiene que pasar por la cabeza, si no por dentro. No puedo negar que lo emocional y sentimental me mantiene con vida. Lo mismo no es tan mala idea que esa chispa que nació en mi cerebro se dedique a recorrer las vísceras, se detenga a bombear en el corazón, o se quede hipnotizada al oxigenarse en los pulmones. Puede que no haga falta divagar tanto, se me olvidó la cita con el médico después de tenerla tanto en cuenta. A ver cómo le explicó yo esto a la señorita de tono tajante que esta al otro lado del telefono para que a la hora de asignarme de nuevo la cita no me haga esperar otros dos meses.

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